¿Tristeza?
Si, así defino lo que sentí al escribir la memoria anterior, la de mi viaje al
mar , esa que me recuerda a la familia, al cielo y los sueños. Las emociones
aún rondan en las letras de un teclado, de un esfero y de un papel porque fue
ese viaje lo considerado por una niña Lo
mejor de la vida, aún lo recuerdo y por eso ha sido plasmado tanto en
fotos, vídeos y lo más importante es que está inmortalizado en el corazón, tal
vez ella ya no esté conmigo pero los momentos, los recuerdos los recupera y así
una sonrisa sumisa y nerviosa me acompaña al escribir.
Remontémonos
muchos años atrás –La edad me incomoda-, donde viajar a través de Colombia por el objetivo que era conocer el mar llena de alegría a una niña cuyo sueño era ese y que por voluntad de sus
padres lo estaba cumpliendo, además esa emoción de ir junto a mis primos causó que
ese momento estuviera lleno de impaciencia
porque anhelábamos sucumbirnos en las olas, perpetrar castillos de arena,
acopiar piedras que serían protagonistas de un juego infantil en el que el ganador enterraba en la arena a
los perdedores y así sucesivamente. ¿Recuerdan que me enfermé? Espero que sí, una
crisis de asma apareció, la desesperación
era incontenible porque la consentida de la casa, de la familia, esa niña
alegre y sonriente estaba enferma, mis primos y hermanos lloraban por el pánico que les generaba verme así… La
maldita tos intentaba ahogarme pero la vitalidad
que tenía demostró a mi familia
que se debía tener optimismo y que
seguramente estaría días después viendo peces, delfines, rayas y tiburones en
el acuario de la ciudad. Todo gracias a ese hombre que salió de la nada, quien
me recetó unas gotas –no sé qué contenían- pero fueron las que seguramente me
levantaron de una cama con la misma esperanza
que tenía al querer aprender a nadar sin flotadores.
Satisfacción, tranquilidad, entusiasmo,
alegría y ansiedad son el resumen
de las emociones de aquel viaje, de aquel regreso y de aquel sueño cumplido,
pero estas le hacen la contraparte a las emociones estimadas al escribir estas
letras puesto que la resignación de
la pérdida aún no se desvanece, la tristeza
humedece con lágrimas mis ojos grandes y cafés, pero la valentía me recuerda en silencio y me
hace fijar la mirada hacia el horizonte como en sus letras lo plasmó el maestro
Nino Bravo.
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