miércoles, 6 de febrero de 2013

La trascendencia de la emoción iniciada en un sueño


¿Tristeza? Si, así defino lo que sentí al escribir la memoria anterior, la de mi viaje al mar , esa que me recuerda a la familia, al cielo y los sueños. Las emociones aún rondan en las letras de un teclado, de un esfero y de un papel porque fue ese viaje lo considerado por una niña Lo mejor de la vida, aún lo recuerdo y por eso ha sido plasmado tanto en fotos, vídeos y lo más importante es que está inmortalizado en el corazón, tal vez ella ya no esté conmigo pero los momentos, los recuerdos los recupera y así una sonrisa sumisa y nerviosa me acompaña al escribir.

Remontémonos muchos años atrás –La edad me incomoda-, donde viajar a través de Colombia por el objetivo que era conocer el mar llena de alegría a una niña cuyo sueño era ese y que por voluntad de sus padres lo estaba cumpliendo, además esa emoción de ir junto a mis primos causó que ese momento estuviera lleno de impaciencia porque anhelábamos sucumbirnos en las olas, perpetrar castillos de arena, acopiar piedras que serían protagonistas de un juego infantil en el que el ganador enterraba en la arena a los perdedores y así sucesivamente. ¿Recuerdan que me enfermé? Espero que sí, una crisis de asma apareció, la desesperación era incontenible porque la consentida de la casa, de la familia, esa niña alegre y sonriente estaba enferma, mis primos y hermanos lloraban por el pánico que les generaba verme así… La maldita tos intentaba ahogarme pero la vitalidad que tenía demostró a mi familia que se debía tener optimismo y que seguramente estaría días después viendo peces, delfines, rayas y tiburones en el acuario de la ciudad. Todo gracias a ese hombre que salió de la nada, quien me recetó unas gotas –no sé qué contenían- pero fueron las que seguramente me levantaron de una cama con la misma esperanza que tenía al querer aprender a nadar sin flotadores.

Satisfacción, tranquilidad, entusiasmo, alegría y ansiedad son el resumen de las emociones de aquel viaje, de aquel regreso y de aquel sueño cumplido, pero estas le hacen la contraparte a las emociones estimadas al escribir estas letras puesto que la resignación de la pérdida aún no se desvanece, la tristeza humedece con lágrimas mis ojos grandes y cafés, pero la valentía me recuerda en silencio y me hace fijar la mirada hacia el horizonte como en sus letras lo plasmó el maestro Nino Bravo.

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